15/09/18

Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor,
Filipenses 2:12

Buen día amados, un día un hombre fue al palacio de un Rey para ver sus tesoros.

Pero había una única condición para hacer el recorrido. Tenía que ir con una vela encendida y si esta se apagaba mientras miraba las riquezas le cortaban la cabeza.

De todas maneras aceptó el reto y decidió mirar los tesoros del Rey.

Comenzó la travesía y mientas recorría el Palacio cuidaba con todo esmero que la luz de su vela no se apagara porque de eso dependía su vida.

Cuando llegó al final del trayecto le preguntó el Rey acerca de sus riquezas y este hombre le contestó que no pudo apreciar ninguna porque estaba cuidando la luz de su vela como al mayor tesoro.

Pocos entienden el valor de la luz que Dios puso dentro de ellos para guardar su salvación.

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La paga del pecado es muerte.

A pesar que Jesús está dentro de ellos, muchos continúan ignorando el valor de mantener esa luz encendida y deriban sus miradas a los afanes para satisfacer los deseos de sus cuerpos carnales.

Unos dejan de cuidar a Jesús y cambian su mirada por una mujer, por dinero, por estudios, por lindas vacaciones, etc.

Tenemos a Esau, que dejó que se apagara su luz por un plato de lentejas y a Judas por 30 monedas de plata.

La pregunta es: ¿Seguirás cuidando tu vela encendida o eres merecedor de que te corten la cabeza?

Pastor Eliseo

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