Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.
Juan 4:10 ❤
Bendecido día amados, el Señor se acercó a una mujer samaritana para ayudarla a salir de sus problemas ya que buscaba saciarse del agua del pozo de Jacob.
Jacob representa a las doce tribus de Israel y esta mujer saciaba su sed momentaneamente con las historias antiguas de los patriarcas, los jueces, los reyes y los profetas.
Pero esas historias de fe, cada una tuvo su final, no fueron eternas.
Pero Jesús le dice a está mujer que si ella le da agua, él le daría agua viva, agua de vida eterna y no volverá a tener sed jamás.
Jesús le estaba ofreciendo a esta mujer a cambio del agua que necesitaba de ella, autorizar al Espíritu Santo para que le revele constantemente los secretos escondidos en la palabra, para que no tenga sed nunca más, sino que iba a estar siempre saciada por su espíritu.
¿Quién no desea que Jesús le de esa agua tan bendecida?
Pero hay una clave para que eso acontezca y es darle de nuestra agua a Jesús.
¿Cual es esa agua que le tenemos que dar para que el nos permita recibir la suya?
Contarle con toda sinceridad nuestros pecados, esa es el agua que Jesús quiere que le demos de beber para que pueda saciar su sed.
Yo no entiendo a las personas que se acercan a Dios, escondiendo o disminuyendo la gravedad de sus errores y maldades.
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Jesús le pregunta a la mujer samaritana por su marido y ella le dio a beber del agua que él necesitaba para saciarse. Le respondió la mujer: No tengo marido.
Y Jesús se satisface internamente con su respuesta y le dice: Eso has dicho con verdad, esa era el agua que yo quería beber.
La verdad de tu pecado.
Y Jesús que conocía con perfección su vida le respondió con su agua viva: Porque cinco maridos has tenido y el que ahora tienes no es tu marido.
Esa respuesta de Jesús fue la que sació la sed de la mujer. Ella se maravillo y le dijo tú eres profeta.
Jesús le termino diciendo que era el mesías.
La conclusión de este relato es la siguiente:
No se acerque a Dios con mentiras y engaños, si quiere que él le de el agua viva, cuando vaya delante de su presencia, hágalo con toda sinceridad, solo eso motiva el corazón de Dios para que le ayude.
Solo la verdad confesada de su pecado, hace que el rostro de Dios le mire y le de la solución para salir de su problema y después también le garantice la vida eterna.
Pastor Eliseo Laguna