ANDAMOS POR FE… NO POR VISTA

JERUSALÉN

(Posesión [o: Fundamento] de Paz Doble).

Ciudad que fue capital de la antigua nación de Israel a partir del año 1070 a. E.C. Después de la división de la nación en dos reinos (997 a. E.C.), continuó siendo la capital del reino meridional de Judá. En las Escrituras aparecen más de 800 referencias a Jerusalén.

Nombre. El nombre más antiguo de esta ciudad que se registra es «Salem». (Gé 14:18.) «Jesús se había referido a Jerusalén como «la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella». (Mt 23:37; compárese con los vss. 34-36.) Aunque individualmente muchos de sus ciudadanos mostraron fe en el Hijo de Dios, la ciudad en conjunto mantuvo el proceder del pasado. Por esa razón, ‘su casa se le dejó abandonada a ella’. (Mt 23:38.) En el año 66 E.C. una sublevación judía hizo que las fuerzas romanas al mando de Cestio Galo fueran a la ciudad, la rodearan y avanzaran hasta los muros del templo. De pronto, Cestio Galo se retiró sin ninguna razón aparente, lo que permitió a los cristianos obrar de acuerdo con las instrucciones de Jesús: «Entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas, y los que estén en medio de Jerusalén retírense, y los que estén en los lugares rurales no entren en ella». (Lu 21:20-22.) Eusebio dice en su Historia Eclesiástica (III, V, 3) que los cristianos huyeron de Jerusalén y de toda Judea a una ciudad de Perea llamada Pela (Pella).

En 70 E.C. las fuerzas romanas regresaron con muchos más soldados al mando del general Tito, y sitiaron la ciudad, que entonces se encontraba abarrotada con ocasión de la celebración de la Pascua. En cumplimiento de la profecía de Jesús (Lu 19:43), los romanos levantaron terraplenes de asedio y una muralla o empalizada continua que rodeaba toda la ciudad, a fin de impedir la huida tanto de día como de noche. Dentro de la ciudad había disputas y luchas entre las facciones rivales, se destruyó gran parte del suministro de alimento y se mataba como traidores a los que se aprehendía intentando huir de la ciudad. Josefo, a quien se toma como fuente de esta información, relata que el hambre llegó a ser tan grave, que la gente llegó hasta el punto de comer manojos de heno, cuero y hasta a sus propios hijos. (Compárese con Lam 2:11, 12, 19, 20; Dt 28:56, 57.) Los testarudos líderes de la ciudad rechazaron una y otra vez las ofertas de paz de Tito.

Por fin los romanos abrieron sistemáticamente brechas en los muros, y sus tropas invadieron la ciudad. El templo fue quemado por completo, en contra de las órdenes que se habían dado. Según Josefo, este suceso ocurrió en el aniversario de la destrucción del primer templo por Nabucodonosor siglos antes. Su relato también dice que se quemó el archivo donde estaban todos los libros con los registros genealógicos de la descendencia tribal y familiar, así como los derechos de herencia. (La Guerra de los Judíos, libro VI, cap. IV, sec. 5; libro II, cap. XVII, sec. 6; libro VI, cap. VI, sec. 3.) Por consiguiente, los medios legales para determinar el linaje de los miembros de la tribu mesiánica de Judá y la tribu sacerdotal de Leví llegaron a su fin.

La conquista se completó en tan solo cuatro meses y veinticinco días, desde el 3 de abril hasta el 30 de agosto del año 70 E.C. Así que la tribulación, aunque intensa, fue notablemente corta. La actitud y las acciones irrazonables de los judíos en el interior de la ciudad contribuyeron a esa brevedad. Aunque Josefo calcula que hubo 1.100.000 muertos, también quedaron sobrevivientes. (Compárese con Mt 24:22.) Se tomaron 97.000 cautivos, a muchos de los cuales se envió como esclavos a Egipto o murieron a espada o devorados por las bestias en los teatros de las provincias romanas, lo que también cumplió la profecía divina. (Dt 28:68.)

Toda la ciudad fue demolida. Tan solo se dejaron en pie las torres del palacio de Herodes y una parte del muro occidental, para mostrar a las generaciones futuras lo inútiles que habían sido las fuertes defensas. Josefo observa que, aparte de esos restos, «los encargados de destruirla allanaron de tal manera el ámbito de la ciudad, que daba la impresión de que ese sitio jamás hubiese sido habitado». (La Guerra de los Judíos, libro VII, cap. I, sec. 1.) En el Arco de Tito, en Roma, hay un relieve que representa a los soldados romanos llevando los vasos sagrados del templo destruido. (Compárese con Mt 24:2 )

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