para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.
Juan 17:21 ❤️
Bendecida tarde amados, vivimos dentro del reino del diablo y es por esta causa que nuestra prioridad debe ser invocar a Dios para que venga con su Reino a la tierra.
Una de las particularidades mas destacas del reino del diablo es fomentar la discordia y la murmuración para provocar divisiones entre los seres humanos.
Como sabemos que los dos reinados son totalmente opuestos, al saber esto, queda en evidencia que el reino de Dios siempre busca la unanimidad entre las personas, por lo tanto se caracteriza por estar insitando a la armonía, el Señor Jesús nos llama a ser pacificadores, porque solo a los que tienen ese comportamiento se los identifica como hijos de Dios.
Pero a pesar de esta revelación tan importante y que deja en evidencia a los que son hijos de Dios o del diablo, se puede ver a hermanos y hermanas que encubiertamente buscan difamar la reputación de otros.
El proceder que tienen, permite que se les vea la ceguera espiritual en la que viven y quedan al descubierto por sus propios actos y palabras.
Se percibe el odio, la envidia y el celo que manifiestan en contra de la felicidad que tienen los que buscan la unidad.
Esa es una de las principales características que resaltan a los seguidores de Jesús que se durmieron y no perciben que el diablo les lleno sus corazones de su proceder malefico.
No hay punto de confusión entre los que aman a Dios y los instrumentos del diablo, la forma que tienen de actuar fácilmente permite que se los pueda identificar.
Los alimentos de la cizaña son el conventillo, los chismes, las críticas, las murmuraciones, el querer buscar la difamación del que ama a Dios y los falsos testimonios. Pero tristemente no saben que el día que Jesucristo regrese van a morir atragantados con sus hechos oscuros.
Los hijos de Dios, a pesar del dolor que les pueda ocasionar el obrar de estos malvados, los soportan y esperan pacientemente el día que al final entiendan y se arrepientan de corazón y se conviertan a Jesucristo.
Mientras tanto debemos seguir orando como lo hizo nuestro Señor, que todos sean uno, como tú, ho Padre, en mí, y yo en ti, para que el mundo crea que Jesucristo vino enviado del cielo.
Pastor Eliseo Laguna